Y te dirás: «¿Qué tiene que decirme esta mujer sobre el orden? ¡¡Ella!! ¿¿Con lo desordenada que ha sido siempre??» (los que me conocéis seguro que lo estáis pensando)

 

Sí, sí… ¡lo reconozco! ¡Un auténtico desastre! Por eso mismo, un día te das cuenta que la vida pasa mucho más rápido de lo que crees, los días avanzan, el reloj no para su tic-tac, llega la noche, ¿otra vez retirando las sábanas para ir a dormir? Pero si parece que cada vez hay menos horas entre este gesto y el que hice ayer por la noche…

Y piensas… ¿que he estado haciendo todo el día? Un no parar: Tareas, obligaciones, trabajo, vida social, algo de deporte, uffff estoy rendida! ¿Y esta sensación de que no me ha cundido? Cosas a medio terminar, proyectos que ni han arrancado, sueños que no llegan… Baja a la Tierra, Nuria!! Di más bien, esa pila de ropa sin planchar, esa cantidad de fotos que querías revisar, empezaste la limpieza de la cocina hace un mes y te falta repasar la vitrina y los azulejos de la pared de la ventana, al final no has pasado la aspiradora al salón, cuando toca revisión médica del niño no sabes ni donde están los papeles… Ahhh siiiiiiii, con los folletos de los viajes esos donde no vas a ir, y con los esquemas de punto de cruz, debajo de la carpeta donde están guardadas las últimas 17 declaraciones de la renta (que sudores…bfff). Eso sin contar que has ido a hacer la compra y te has traído otra vez 2 packs de tomate frito, cuando tienes como 8 bricks en casa y se te ha vuelto a olvidar comprar café y para mañana no hay para desayunar, y para que quería yo chorizo si las lentejas las hago sólo con verdura, y así con todo…

La vida loca! Con lo que conlleva: Trifulcas familiares, malestar conmigo misma y con los demás, pérdida de tiempo, espacios llenos de que sé yo… Necesito más armarios!!, o más estanterías!!, o mejor tiro todo y me voy a un apartamento de 25 metros cuadrados.

Y un día decides que ya. Que algo pasa. Que tiene que haber otra forma de hacer las cosas. Que ya está bien de tanto caos, en mis cosas, en mi casa, en mi vida… No se en que momento ocurrió, pero así fue, de repente sucedió: me puse a ello, de esto hace casi dos años. Empecé planteándome una limpieza exhaustiva, por zonas, a mi manera, pero llegó a mis manos un blog (como este que ahora empiezo) y cambié la táctica. Aprendí algunas cosas interesantes, pero se me quedó corto. Me entró el gusanillo. Leí libros, manuales sobre orden, continúe mirando por internet, probé varios métodos, seguí con casas de vecinos, amigos, familiares, vamos, ensayo y error. Y cada vez me gustaba más, estaba en mi salsa. Relajé mi carácter nervioso para amoldarlo al momento absolutamente íntimo y personal que significa organizar un hogar.  Repasé mis conocimientos de diseño de interiores para complementar lo que iba organizando.

Apliqué el orden en mi casa para sentir que era verdaderamente eso, un hogar, el lugar donde quería estar.  Y que estuviera así siempre, sin demasiado esfuerzo.

Y me propuse transmitir este cambio, esta energía a los demás.

El orden me ha cambiado la vida.

Ahora valoro otras cosas, tengo otras prioridades.

Esto es un antes y un después, un quedarse con lo esencial, una terapia que te ayuda, en la que te encuentras con tu propio yo, en la que sopesas lo que tienes, lo que eres, lo que es importante, lo que merece la pena, lo que no…

Y ganar tiempo al tiempo. Tiempo para mí. Espacio. Tiempo.

Y aprender que esto va más allá: El uso consciente de nuestras pertenencias, el consumo responsable, el verdadero valor de los objetos, la utilización de productos naturales en nuestro día a día, y mucho más.

Os lo iré contando en este blog.

De verdad, se puede.

Siente el orden.